Todo empezó por que siempre me ha gustado poner a prueba mis límites. Pero un día alguien me hizo ver que la enseñanza que le das a tus hijos al verte entrenar con tanta dedicación realmente debe de ser tu pasión.
Estoy acostumbrado a compartir las victorias y las batallas perdidas en equipo. Pero en este deporte me apasiona saber que siempre soy el héroe o villano de mi propia película. Saber que la revancha siempre es conmigo mismo es lo que hace que me guste tanto este deporte.
Como triatleta haber cruzado la meta del 70.3 de Monterrey y ver a mi familia, amigos y coaches festejando con la misma intensidad que lo hacía yo definitivamente es una de mis mayores satisfacciones.
Cuando termine mi hijo Santiago me dijo que el cuando el sea grande el iba a hacer un ironman pero que no me pusiera triste si me ganaba por que el para la bici era muy bueno.
Admiro a las familias de los atletas, ellos realmente hacen el sacrificio más grande, nos permiten entrenar con la dedicación necesaria aunque saben que eso implicará no convivir con nosotros como a ellos les gustaría, nos apoyan y dan animo durante todo el camino y todavía se paran un gran número de horas a echarnos porras, festejar y llorar con nosotros el día del evento.
Anecdota: Me faltaba un poco más de 1 Km para terminar el 70.3 de Mty y aparece Horta en su bici y me dice: “Ves Favela… Te dije que lo ibas a terminar sin broncas!” y a lo lejos veo a Román brinque y brinque agarrándose la cabeza y a Milo festejando. Y escucho como me grita Milo “Eso perro! ya lo acabaste… Eres un Ironman!”
= Favela =